El Programa de Atención Integral a la Primera Infancia – AIPI, del Ecosistema de Educación de Comfamiliar Risaralda, realizó el acto de clausura “Montaña de Retazos”, un encuentro que reunió a niños y niñas hasta los 6 años de diferentes instituciones educativas y comunidades acompañadas durante el año en todo el departamento.
La actividad destacó el trabajo desarrollado con la primera infancia a través de lenguajes corporales, sonoros y visuales, y mostró cómo la articulación entre familia, escuela y entorno fortalece su desarrollo integral desde la gestación hasta los 6 años y 11 meses.
Durante 2025, AIPI acompañó a 5.506 niños y niñas mediante actividades pedagógicas en aulas y comunidades de los 14 municipios de Risaralda, además de salidas educativas centradas en el desarrollo físico, cognitivo, social y emocional de los niños y niñas. Este proceso se llevó a cabo gracias al trabajo articulado de los componentes psicosocial, salud, nutrición y educación, permitiendo un acompañamiento completo y coherente con las necesidades del territorio. De igual manera, el componente comunitario vinculó a 1.020 familias y llegó a comunidades rurales, étnicas y de salud con propuestas respetuosas de su identidad cultural.
Durante la intervención de Carolina Lara Delgado, líder del Ecosistema de Educación de Comfamiliar Risaralda se destacó la importancia de la primera infancia como etapa decisiva para la transformación social y se agradeció el compromiso de los docentes, equipos interdisciplinarios y familias que hacen posible este proceso. Se resaltó también que detrás de cada cifra hay una historia, un gesto y un niño o niña que crece acompañado desde el afecto, el juego y la pedagogía.
El acto central fue la presentación de la obra “Montaña de Retazos”, una puesta en escena protagonizada por la Abuela Colibrí y la Ceiba, quienes tejieron una historia que invitó a reflexionar sobre el cuidado de los recursos naturales, la conservación del medio ambiente y la protección de los animales. La obra articuló estos mensajes con las problemáticas actuales derivadas del uso excesivo de la tecnología y la inteligencia artificial, recordando la importancia de un uso moderado y consciente. La narración llevó a los asistentes a pensar en la necesidad de trabajar por lo humano, lo sensible y lo esencial: el arte, los sentidos, las emociones y los vínculos que fortalecen el desarrollo de las nuevas generaciones.
La puesta en escena contó con la participación de los niños y niñas del programa, quienes bailaron, actuaron y dieron vida a los personajes. También se destacó el impecable trabajo del equipo de docentes de artes, responsables de elaborar a mano los vestuarios y elementos escénicos, logrando un ensamble armónico y visualmente poderoso. La obra fue acompañada por música en vivo, con efectos sonoros creados en tiempo real que envolvieron cada momento y enriquecieron la experiencia artística.





